Café de especialidad; las mejores cafeterías de Barcelona


La cultura es proceso, metamorfosis, como la que puede transformar la leche en oloroso cabrales o la uva en fresco néctar de dioses. El jurista francés Jean Anthelme Brillat-Savarin fue el autor del primer tratado sobre gastronomía que se conoce. En las páginas de La Physiologie du Gout (Fisiología del Gusto, 1825), el también político post-revolucionario abordaba la cultura gastronómica (no se conocía entonces por este nombre, claro ) desde un punto de vista filosófico y psicológico. Verdadero gastrónomo y amante de los cafés de París, decía que la buena comida y los buenos vinos son una de las cosas más importantes de la vida; que comer nos hace felices. Y es, precisamente, la cultura gastronómica lo que permite apreciar la comida y ser consecuentemente felices. Antes se habían escrito otros libros de recetas y relatos sobre gastronomía pero nunca desde un punto de vista hedonista y epicúreo; sobre cómo la comida (la buena comida) contribuye decisivamente a la felicidad del género humano y sobre cómo nos asiste piadosa cuando los placeres vitales -efímeros todos ellos- nos fallan. La cultura gastronómica es necesaria para apreciar lo que comemos, para aprender sobre nuestras costumbres culinarias, que son buena parte de nuestra cultura como pueblos. Echando mano de uno de los conocidos aforismo de Brillat-Savarin suscribo que "El descubrimiento de un nuevo plato es más beneficioso para la humanidad que el descubrimiento de una nueva estrella".