Bobo Pulpín venía gestándose en la mente de Juan Carlos Iglesias desde que hace un año y medio pidió a sus amigos que paseasen un simpático pulpo de trapo en sus viajes por medio mundo. El pulpo se fue en la maleta a visitar las pirámides de Egipto, después a Tailandia, China, México, Singapur, Sudáfrica… ¡ y hasta llegó a Menorca! Un pirata al abordaje de playas desiertas, tabernas, museos y tascas en las que pasar un rato de ocio esperando a ser inmortalizado por su cuidadoso portador. A la vuelta, el pulpo de trapo pasaba a otras manos, cambiaba de dueño y maleta por unos días para repetir experiencias en otro continente. Han sido unos meses de duro trabajo viajero y ahora, sus fotografías en todo el mundo coronan un mural que puede verse en la recién estrenada pulpería que los hermanos Iglesias han inaugurado en el Raval: Bobo Pulpin.
Es la tercera mudanza de los Iglesias fuera de su zona de confort, el Paralelo barcelonés donde tienen a los hermanos mayores de este pequeño cefalópodo, el mítico Rías de Galicia, la Casa de Tapas Cañota y Espai Kru –además de sus otros negocios junto a los Adrià-. En febrero dieron al Camp Nou su primer espacio gastronómico de alto voltaje, el Espacio Gastronómico Roma 2009, y ahora siguen expandiendo sus negocios en Barcelona con la apertura de un restaurante junto a Messi con un nombre que recuerda a un anuncio de lavavajillas: Bellavista del Jardín del Norte. A Bobo Pulpín lo encontramos en un emplazamiento estratégico: justo detrás de la catedral, en la calle Freneria.
La estética pirata y surrealista de Bobo Pulpin nació en la carta de Cañota. El amor de los Iglesias por los cefalópodos con esta creación de trapo firmada por su amiga y colaboradora habitual en sus otros restaurantes, Anna Pujadas. En el interiorismo de la viajada pulpería, que pronto añadirá al loco imaginario pulpero nuevos personajes de rocambolesco cuño: Piulpín Barbarrosa, Bobo Sparow, Pulpín Jones, Bob el Negro… y una serie de dibujos para YouTube que promete hacer la competencia a Peppa Pig, corre a cargo del alicantino Taller de Piñero. Los peques (porque este es un sitio muy con niños) podrán pedir al salir una réplica de trapo del simpático protagonista.
El octópodo viajero es el protagonista, claro está, de la carta: a feira –por eso hay un cocedor en la entrada-, pulpo chino (con bambú, salsa agridulce y jengibre), un exitoso pulpo coreano (con pepino y salsa kimchi), un sangucho peruano de tinta pulpera con germinados y salsa anticuchera… Sabores, texturas y olores inspirados en los viajes de Bobo Pulpín que irán cambiando.
Y si no queréis pulpo, todavía tenéis opciones. Podréis debatiros entre un increíble suquet de tacos de sepia –aquí no hay pulpo pero hay condensación de sabor-, empanada gallega en milhojas, esparragos blancos gigantes y salsa ají, un pollo al curry con champiñón laminado o un canelón de pollo capaz de hacer la competencia a los que sirve el mismísimo Fermi Puig. ¡Ah!, y unas alitas de pollo deshuesadas, fritas y recubiertas de salsa chipotle dignas de un spin off bien picantito. De postre, las frutas ‘ a deshora’ en almíbar tienen su encanto pero siempre acompañadas del original Gilimonguer de la casa.
Los octópodos de trapo, artistas del camuflaje y el escapismo como sus homólogos reales, ya planean viajar hacia nuevas ciudades para que nos enamoremos todos de Bobo Pulpín.
