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Mey Hofmann, Alicia en el País de los quesos

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No hace aún un año, el mundo de la gastronomía perdió a una cocinera, a una de las grandes maestras que más y mejor ha contribuido a ensanchar el buen plantel culinario del país. Desde su escuela homónima, Mey Hoffman había formado  –y lo sigue haciendo- a alumnos que luego serían grandes chefs como el mismísimo Sergi Arola.

Su restaurante, en la calle Sat Pere més alt, acogió anoche una cena homenaje a la maestra con motivo de la conocida Shooping Night. Quesos de Suiza aprovecha la conocida cita para preparar cada año una cena con algún cocinero destacado que adapta su culinaria a este producto artesano sin fronteras. El año pasado Mey Hofmann fue esa cocinera. Seguramente, una de sus últimas colaboraciones. Cinco meses después recibía de la Academia de Gastronomía un homenaje a su carrera (¿por qué esperar tanto?) que ya no pudo recoger. No se encontraba muy bien. Tenía entre manos una reciente e ilusionante apertura junto a su hija Silvia; un bistrot de aire parisino y cocina relajada.

Mey Hofmann vuelve a repetir en la Shooping Night

Mey Hofmann ha vuelto a repetir este año en la Shooping Night que, como amante de la moda (había estudiado interiorismo), tanto le gustaba. Con un discreto protagonismo Silvia Hofmann explicó que Alicia en el País de las Maravillas era el cuento que inspiraba los platos de la noche.  Y después todo fue un menú de cuento en el que ondeaba una precisa palabra: ilusión. Un steak tartare con una sinfonía de salsas académicas simulando las horas del reloj que atormenta al escurridizo conejo McTwisp. Como en un twist del cuento, el maravilloso queso se cuela por las rendijas de las recetas. Y, en caída libre por ese agujero sin fin, se mete en el interior de la historia. Asoma exuberante y oloroso con la salsa de un falso cep o escondido y agazapado en un elegante consomé (prodigioso elogio al sinsentido que es la fiesta del té con el Sombrero loco). Acompaña al soldado de naipes, que descansa sobre un tibio milhojas de salmón y espárragos (plato heredado directamente del último menú de Mey el año pasado) explicando aquello de “sepa usted que nací naipe. Tengo, por consiguiente, salud de papel”. Tiernamente infantil, el bosque de chocolate esconde un pie de queso y fresa con la seta mágica que permite crecer o menguar a voluntad dependiendo de por qué lado se coma. El ajedrez comestible de chocolate de «A través del espejo», la segunda aventura de la Alicia de Lewis Carroll, ponía fin a los pases. Los platos -todos divertidos y juguetones- estaban cocinados con una variedad de queso: Le Gruypère, con Etivaz, con Tête de Moine, Sbrinz y Appenzelle.

Todo como honrando una manera de ver la cocina y la vida diferentes y a la vez entrañables, un gusanillo creativo que Mey Hofmann también sacó un día de detrás de una diminuta puerta. Y después todo fue grande, inspirador y maravilloso.

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