“Esto era un vasco y un argentino en Poble Sec que…” La frase podría ser el inicio de un chiste. Pero no. Es la letra pequeña de un restaurante, el Rioba, que se ha hecho con los corazoncitos de quienes viven cerca de Montjuic y le han perdido el miedo a las tripas. Amantes de la casquería, este es vuestro sitio.
Rioba abrió hace ahora un año. Pero doce meses han sido suficientes para que este coqueto local de interiorismo tan desarticulado como original (tiene una escalera con peldaños para pies del 34 y un hueco para claraboya que, ¡oh! no lleva a ninguna parte) haya puesto en solfa a sus vecinos con una cocina en la que el País Vasco y Argentina se rencuentran.
Lo de Rioba es como lo de los segundos hijos guapos. Con el primero, que también lo es -pero menos-, se ensaya. Y con el segundo, la criatura ya roza la perfección. Eduardo Marchesi (Luli) y Ekaitz Sáenz de Cámara son socios y amigos. Inauguraron un primer bar manejable y -aquí es justificado así que perdonadme- canalla, el Koska, de la calle Blai. Apostaron fuerte por una cocina de mercado al límite de lo popular dando pinchos a 1,80 cuando el precio en la zona es a uno. Y todo encajó y se granjearon un público fiel. Resisten.

Rioba es la superación gastronómica de ese bar de pinchos inicial que encontramos en la calle Blai: el Koska. Tiene una carta corta (cinco entrantes y seis principales) y sin corsés. Pero con un ojo puesto en algunos productos temporada que a veces no se trabajan lo suficiente en los restaurantes (calabazas, moniatos, judías de Santa Pau). Lo vegetal se hermana con la proteína jugando a la libertad creativa sin un destino concreto. Se juega y se experimenta: Influencias aquí y allá. Y, nuevamente, como en su hermano pequeño, se ecierta en casi todos los platos.
Cada vez más y más explotada en Barcelona, aunque a año luz de lo que hacen en Madrid, el guiño a la casquería —decía— es otra de sus facetas. ¿Es moda? Puede. ¿Le tenemos asco, repulsión, desconfianza? Este es un sitio para dejarse bautizar. En mi memoria gustativa quedará (espero que para siempre o durante mucho tiempo al menos) su papada a baja temperatura acabada en Josper con huevo poché, alcachofitas de Tudela levemente marcadas y brotes frescos de guisantes. ¡Sí, sí y sí! También me enamoré (salivada mediante) del tuétano coronado con dos lustrosas gambas rojas.
Marchesi borda lo que ellos batean como “cocina de producto” en algunos principales con estampilla argentino. Gratas sorpresas como la picaña de vaca vieja que sale de su brasa o el pulpo de toque andino, aderezado amorosamente con una salsa achiote y acompañado de amaranto negro. Para quitarse el sombrero. Para otra ocasión me he reservado las mollejas de ternera. Seguro que hay varias formas de entrar en el paraíso.
Rioba
- Dirección: Carrer de Magalhães, 35
- Teléfono: 931 38 13 57
- Precio medio: 25-30 euros