La tarta de Fismuler se ha erigido en tres meses como el deseo fotográfico de muchos perfiles de Instagram. Hay que reconocer las cosas. En tres meses de andadura, a este local de estética lumínica imponente, aire divertido y casual en los bajos del hotel REC no le puede ir mejor.
Ya es una de esas nuevas direcciones fetiche que hacen a uno darse cuenta de cómo muta de rápido el sector gastronómico en Barcelona. Llega con carta de garantías madrileñas (tiene un alter ego en la capital que es un éxito absoluto) a la difícil zona cercana de l’Arc de Triomf, que se está esforzando por lustrar sus calles.

Nino Redruello, Patxi Zumárraga y Jaime Santianes son los terratenientes del lugar. Fismuler es la —espero que no me retiréis la palabra— casa de comidas contemporánea que estos tres valientes y decididos emprendedores siempre habían soñado para Barcelona desde que se conocieron a principio de década en El Bulli. Años más tarde, han decidido abrir este inteligente negocio plagado de la filosofía disfrutona y hedonista que contagió el restaurante de Cala Montjoi a todos sus púpilos. ¿Tendrá algo eso de que Montjoi venga traducirse como “mi alegría”?

Detrás de una ficticia sencillez, la fórmula es del todo intencional: buen producto —mayoritariamente de proximidad—, tratado con técnicas actuales y dentro de una decoración naturista y nórdica que apunta por dónde irá la canción. Luis Castro Ávila es el jefe de cocina y Donald Myerston atiende a los indecisos en sala que, como yo, siempre tardan en escoger. La personalidad que irradia su cocina ya se intuye en los amuse-bouche. Parad atención a la ternera madurada con encurtidos servida con un pedacito de mantequilla y pan. Se sirve mientras se toma nota. Debería ser rápido porque, erróneamente una carta escueta empuja a pensar que va a ser así. Y no lo es.
“La carta es muy marinera. Los platos cambian cada día. Hacemos nuestros propios destilados, encurtidos y postres”, relata. Y tiene razón en todo. También la tiene una máxima que he escuchado estos días hasta la saciedad: “Tienes que probar la tarta de queso”. Myerston anticipa con la calidez venezolana de su sonrisa la calidad de una cocina memorable, hecha para el absoluto disfrute.
No echaréis de menos sabores de aquí y allá. Hay bocados precisos con un alambicado de sabores justos, capaces de emocionar sin florituras —el canapé de tartar de gambas— que conviven con platos-guiño al recetario catalán y a la cocina de mercado. Es fenomenal el guiso de los garbanzos salteados con tendón de ternera y cigalitas y el arroz meloso con almejas y alcachofas acabado a la vasca; con un poquito de perejil. Son memorables también las alitas de pollo deshuesadas, presentadas con yema curada, bonito y trufa. Probad también la dorada curada, presentada en carpaccio con uvas y almendras: puro umami. Si las elaboraciones de inspiración boreal no son lo vuestro (¿hemos dicho ya que nos encanta encontrar cada vez más oferta de cocina nórdica en Barcelona?), la merluza de inspiración extremeña ( rebozada con ensalada de tomate y comino) os dejará más que satisfechos.

Además de pescado curado, su adaptativa y gustosa carta os da la posibilidad de armaros un trago con destilados caseros (gin lima-limón, whisky con almendras, vodka mandarina, ron a la vainilla…). Aunque los catalanes sigamos yendo a la zaga respecto a los madrileños en eso de trasnochar y salir en laborables, Fismuler da una buena excusa para que cambiemos de hábitos. Un servicio atento y fluido hacen el resto. Así que podréis despedir la tarde a golpe de cockails, relax y música DJ en directo a partir de los miércoles hasta las 00.30 horas. Que para ser Barcelona y entresemana no está nada mal.
Fismuler
- Dirección: Carrer del Rec Comtal, 17, Barcelona
- Teléfono: 935 14 00 50
- Precio medio: 30-40