Unos 25 minutos de trayecto unen el sofá de mi casa con Macondo. Aquel pueblo que imaginó (o no) García Márquez tiene un restaurante en el Eixample. Pisando sus variadas baldosas hidráulicas, tengo la impresión de que la carga colorista y exuberante de este Macondo sea incluso más perfecta que la soñada por José Arcadio Buendía. Lo mismo es que el Macondo de la calle Còrsega no solo sea un local bonito de soñar. Sino también de mirar y comer.
La cocina latinoamericana sigue con su ascensión particular, conquistando paladares en Barcelona. Desde la ocupación indígena hasta nuestros días, los aromas y sabores de la franja tropical se han entremezclado con los nuestros colándose poco a poco en nuestra gastronomía. Dado que el Caribe es en sí mismo una fusión, su cocina viene a ser algo así como el paraíso de las mezclas: de los patacones colombianos y los bastones de yuca ecuatorianos, a las arepas venezolanas y los chicharrones hondureños… Pero, empecemos por el principio.

A nadie se le escapa que en el Caribe todo ha de comenzar con música, un cóctel (un Bahama Mama o un Ron Punch caribeño son buena opción) y una carta de ceviches en tecnicolor. ¡Ojo!, aquí os espera un octaedro de ejemplos combinados con pescados, mariscos, cítricos y frutas – sello distintivo de los ceviches caribeños. Muy recomendables, el de corvina y aguacate –dados de buen tamaño, melosamente refrescados en leche de tigre de cierto espesor-, y el de gamba
y tomate de árbol –ceviche arquetipo colombiano que recuerda al cóctel de camarones. Bravo, ahora solo falta darle in empujón más a la carta de combinados para que hagan parejas de bachata perfectas.
A punto de cumplir los tres años de vida, el menú de mediodía–a 14 €- cumple su función siempre, con un entrante y un segundo a escoger. Pero donde se disfruta de verdad es yendo de carta. La voluntad inicial es ser referencia de todas las cocinas caribeñas pero Colombia es el país que mejor se representa, precisamente, porque el origen de tres de sus propietarios. La sobrebarriga criolla –entraña a baja temperatura de melosidad asombrosa marcada a la brasa- es uno de sus platos imperdibles. También brilla en ella la contundencia del arroz sinuano –una sabrosa cazuela con arroz bomba aliñado con los efluvios cárnicos del cerdo, el pollo y la ternera y la melosidad del plátano maduro y un queso costeño para forjar el conjunto-. Un arroz tapao tan aromático como sustancioso. Bien.
El cuarto propietario, un italiano llamado Stefano, ha acabado de dar el punto gourmet al restaurante tras años trabajando en una empresa londinense de importación de producto selecto. Adivinamos también una tímida aportación suya en la carta de postres (por fortuna, un punto por debajo del ataque de glucosa que sirven muchos restaurantes) en forma de un tiramisú travestido con ingredientes de ultramar: fruta de la pasión y mascarpone sobre galleta crocante.
Como cantaba Oscar Chávez, epopeya de un pueblo olvidado, de soledad, de amores quemados al sol y trompetas que anuncian sueños en el aire. Sueño o no, este Maconodo sí existe.
Macondo
- Telf: 934 88 42 29
- Horario: De lunes a jueves (de 13.00 a 16.00 y de 20.00 a 23.00). De viernes a sábado (de 13.00 a 16.00 y de 20.00 a 24.00).
- Precio medio: 30-40 euros
- Menú de mediodía: 14 euros